La mañana amanecía húmeda, como todos los días. Los huesos doloridos, la cara llena de barba y de rocío, sucios, fríos... Los días pasan y el Bosque Sauvage es interminable. Nuestros caballeros remontan totalmente desorientados un río hasta su nacimiento en busca del corazón del bosque, para así poder encontrar el Castillo Sauvage y a su rey. Tan sólo el amor por su hijo perdido hace que Sir Maurel no pierda el juicio totalmente. Por contra sus compañeros, especialmente Sir Berel, se muestran activos y animados, a pesar de todo...
Delivant, demuestra que a pesar de ser noble, su corazón sigue siendo aventurero, y con nada más que una enorme lanza, se aventura a caminar en medio de la floresta en busca de algo que echarse a la boca, puesto que cada día sus huesos se acercan más a la piel... Tras una pequeña búsqueda da con el rastro de un jabalí, que resulta ser una enorme pieza. Con sigilo llega cerca del animal y de una terrible estocada atraviesa el cuello del berraco. Comida al fin. Con la ayuda de Maurel preparan el animal para ser cocinado. Tras un gran festín y aprovechando la grasa del animal para reparar sus maltrechas armaduras y aperos, duermen a pierna suelta con la barriga llena.
Sin embargo casi dos días en el mismo sitio resultó ser problemático, pues al siguiente día, un nutrido grupo de bandidos armados de arcos y conocedores perfectamente de lo que hacían atacaron al grupo desarmado emboscándoles y obligándoles a dar todo el poco dinero que les quedaba encima. No queda más que partir, seguir la búsqueda del misterioso Castillo Sauvage y su enigmático Rey.
Cortita pero provechosa sesión.
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